Desde que soy trabajador asalariado siempre que ha habido, he hecho huelga. No recuerdo haberme saltado ni una. Se ve que forma parte de mi “religión”. Sin embargo, no soy partidario de que lxs niñxs hagan huelga. Por eso, el 29 llevaré a mis hijos al cole.

Sé que, tras informarla debidamente, le podría preguntar a mi hija Nerea, con sus 7 años recién cumplidos, si le apetece hacer huelga o no, pero me sé la respuesta (como si se lo propusiera a Miguel, de 5).

Se equivoca quien piense que es un buen día para “librarse” de las criaturas un rato, ya que no vamos a trabajar. Y no solo porque vayamos a ir a la manifestación de turno. Tampoco el miedo a lo que en la manifestación puediera pasar me hace decidir que donde mejor están es en el cole. Es otro tipo de motivos.

Fundamentalmente los resumo en: la huelga general la hacen las personas adultas y yo defiendo los servicios mínimos (si realmente son tales).

Me gustaría, me encantaría, que mis hijos se pasaran el día en el salón de actos del cole, con el resto de compañerxs, atendidos por los 4 profesores de servicios mínimos. Esa jornada de huelga sí sería memorable para todxs ellxs (para mis hijos y para mis compañerxs maestrxs). Pero no le veo el sentido, desde el punto de vista infantil, a no ir al cole y acudir a una manifestación, cuando eso ellos lo están haciendo cada dos por tres, en fin de semana, tarde o festivo, por diferentes motivos.

Me alegra, además, que compañeros maestros que no han hecho un huelga en su vida me espeten: “pero ¿cómo?, ¿el día de la huelga vas a traer a tus hijos al cole?” Pareciera que no solo son esquiroles, sino que además son aprovechados.