Murcia es beata

” El primer miércoles después de carnaval es el miércoles de ceniza en los rituales católicos. En el centro escolar donde trabajo se celebra un acontecimiento que paso a describir: Encabezada por la profesora de religión, y previa autorización de los progenitores o tutores, sale una procesión de alumnos, alumnas y profesores (voluntarios), que se dirige a la iglesia del pueblo. Recorren un kilómetro; el cura oficia el rito, y vuelven todos al colegio, con su crucecita de ceniza en la frente. Algunos profesores que no han podido ir por quedarse con el alumnado que no cursa la asignatura, mojan un dedo en la ceniza de la frente de colegas que han ido a la iglesia, y se autoimponen “la ceniza” en sus frentes. El colegio donde trabajo no es religioso, aunque lo parezca. Es un centro público de Cartagena, Murcia.

Este miércoles de ceniza me coloqué una camiseta que rezaba “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida”. El objeto de mi vestimenta no era otro que denunciar ante mis compañeros y compañeras principalmente, y ante el alumnado y los padres, la falta de ética profesional en la que incurrimos todos los años al autorizar este tipo de actos. Así lo he venido manifestando desde el primer año que llegué al centro escolar, y así lo he hecho este año, aunque en esta ocasión he decidido dar el paso de manifestarlo, además, visualmente.

El hecho de vestir una camiseta con un eslogan es anecdótico. Pero el hecho de colgarme esa frase en ese día tan señalado para los católicos no ha pasado desapercibido. Mi pueblo es muy beato.

Soy consciente de haber incurrido en una falta de ética profesional, y así lo he manifestado a quienes me han querido escuchar. No lo niego. Es una falta de ética personal porque a mi no me paga el estado español para que yo exprese públicamente mi opinión respecto a la religión católica, sino para que enseña inglés en Infantil y Primaria. Pero mi postura ideológica, expresada en una camiseta, es una mera reacción a la de mis colegas, cuya falta de ética profesional, anterior a la mía, consiste en acompañar a los alumnos y alumnas de religión católica, solo a ellos, a la iglesia y, junto a ellos, involucrarse en el rito católico y volver al centro con su ceniza en la frente. Su ceniza es mi camiseta. Mientras ellos vistan su ceniza, yo llevaré mi camiseta todos los miércoles de ceniza.

Me sigue pareciendo desconcertante que haya tantas personas que no sean capaces de ver, o que directamente nieguen, el agravio que supone para la concepción de un estado no digamos laico, sino tan solo aconfesional, la existencia de una asignatura que ocasiona tantos agravios comparativos a los principales involucrados: Los profesores de religión no siguen el itinerario de concurso-oposición que seguimos el resto de funcionarios, pero pueden beneficiarse de los puntos que otorga la experiencia docente en sus clases de religión, y cobrarse estos méritos a la hora de acceder a un puesto de funcionario (aunque a muchos no les haga falta mientras cuenten con la gracia del obispo). Pero también a los alumnos se les educa en la discriminación, porque implícitamente, al menos, se les está haciendo ver que las diferencias entre unos alumnos y otros parten de la escuela.

Dicen algunos que la asignatura de religión es una más, y como tal debe ser tratada. Pero no es así. Si depende de los padres que se imparta o no, también a ellos se debe recurrir a la hora de desarrollar actividades que solo a sus hijos e hijas afecta. Si al menos se le diera la oportunidad de visitar la iglesia en salida educativa al resto…

La religión en la escuela es una anomalía que deberemos resolver algún día, cuando nuestras autoridades educativas crean que la educación pública es el presente y el futuro de la sociedad, y rompan amarras con el pasado medieval que aún hoy nos gobierna. Porque de igual modo que ya a nadie se le ocurre que el obispo pueda nombrar a un juez que imparta justicia en, pongamos, casos de pederastia; ni tampoco nadie está en condiciones de defender que ese mismo obispo seleccione al cirujano que debe operar a corazón abierto a un paciente dentro de la Sanidad pública española contemporánea, tampoco debemos aceptar que un profesor por él nombrado eduque en la escuela pública.

La LOMCE del PP no augura buenos tiempos a los anhelos laicistas de quienes defendemos un modelo educativo más cercano al liceo francés que a la madrasa marroquí.